Esta es una de las primeras fotos que hice bajo el agua: tiene más de 12 años. Entonces fui consciente de la maravilla que era poder estar cerca de una hora debajo de la superficie, y a cierta profundidad, para poder apreciar los tesoros de vida que esconde el mar, y que en tierra sólo se pueden intuir si están muertos. Y también me di cuenta de que a la inmensa mayoría de la especie humana le importa un bledo estos tesoros, pues sólo lo ven en documentales, muy lejos de la realidad.
Pero es que, además, el mar (la mar) no sólo tiene una riqueza en biodiversidad que puede salvarnos la vida dándonos medicamentos (aquí han venido ejemplos como una esponja y un briozoo): resulta que la mitad del oxígeno que respiramos viene del mar. Y la principal fuente de proteínas de una gran parte de la humanidad también viene de los océanos. Por eso necesitamos, al menos, un día para reflexionar qué estamos haciendo con la cuna de la vida.
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