Para hacer esta foto no he tenido que bajar a 20 metros de profundidad, ni siquiera ponerme un costoso sistema de buceo autónomo. Simplemente las gafas, las aletas y la cámara e irme a la playa a la que vamos todos los días.
En Calahonda, en la zona donde se mezclan las piedras tan características de su playa con la arena fina (a unos 3 metros de profundidad), si uno está un rato con el tubo parado y fijándose, de vez en cuando se mueve una de estas pelayas, descubriéndose ellas solas.
Confían tanto en su mimetismo que pude acercarme bastante para sacar la foto. De hecho sólo se mueven si las tocas, y lo hacen tan rápido que automáticamente se confunden de nuevo, siendo muy difícil verlas otra vez.
Curioso animal, durante el desarrollo embrionario uno de sus ojos se desplaza hasta ponerse junto al otro, y así tienen los dos en el mismo lateral. Si todavía no la has visto en la foto, en la piedra grande de arriba a la derecha está la cabeza donde se ven los ojos.
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